jornada dedicada a la escuela rural en la Casa de la Escribana de Luanco.
Partcipación de nuestro CRA , representado por familias y profesorado, el pasado mes de Octubre.
Carta reivindicativa leída en las jornadas
Hoy nos encontramos aquí hablando de una superviviente, de una maltratada, de una olvidada, de una educación pública rural que pese a todo y pese a todos sigue luchando día a día por mantener su lugar, por mostrar a aquellas personas que quieran verlo que la innovación no está en los grandes colegios con enormes insignias y tremendos edificios, que la innovación está en un aula multinivel con paredes permeables y puertas abiertas, en edificios modestos con poca dotación de recursos y grandes necesidades de reforma.
Hoy estamos aquí para sacar pecho con orgullo, porque ya se acabaron esos tiempos en los que maestros y maestras rurales se identificaban con la boca pequeña. Ser maestras rurales, ser escuela rural es uno de nuestros mayores orgullos. Pelear en un aula con alumnado de edades diversas, de procedencias en muchos casos humildes, de niños y niñas de la huerta, de les vaques, de tractores (y también de tablets, teles y pokemon) es un privilegio reservado a muy pocas personas.
Dicen que el papel todo lo aguanta y es muy bonito sacarnos de un cajón de vez en cuando y ponernos en el mapa, pero la realidad es que es aquí, aquí abajo, en las escuelinas de una planta, nos partimos el pecho día a día para mantener a nuestro alumnado, para compensar desigualdades, para paliar la falta de recursos personales y materiales.
En nuestro CRA tenemos la suerte de contar con enormes profesionales que jamás descansan, que planchan mientras programan, que cenan mientras diseñan… que presentan proyectos a cada convocatoria que suponga ingresar euros y ofrecer recursos y alternativas a nuestro alumnado. El curso pasado ya fue más la dotación económica que conseguimos mediante proyectos que aquella que la Consejería nos asignó para el funcionamiento del curso. Y es así como avanzamos, como sobrevivimos, a base de nuestra ilusión y nuestro tiempo a la luz del flexo cuando en casa duermen.
Luchamos contra gigantes, luchamos contra escuelas con comedores, con madrugadores, con grandes instalaciones y lo hacemos en completa indefensión, sin más armas que nuestra ilusión, nuestro buen hacer y nuestras constantes ganas de innovar, de mejorar, de guiar a nuestro alumnado hacia su máximo potencial, y de mostrar al mundo que lo bueno, que lo real, no tiene que venir envuelto en uniformes ni comenzar con F, que a la escuela de verdad se viene en zapatillas.
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